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Todas las tardes, Ramón se preparaba para ver su serie favorita. Pero en esta ocasión, el clima malograba la señal y al cabo de un rato, se fue la luz. En medio de la oscuridad, arrojó todo lo que estuvo a su paso, hasta que vio por la ventana un destello, a pesar de que no había energía eléctrica, la vecina tenían encendido un televisor, posiblemente ayudada de un generador. Por su parte, él ni siquiera tenía una lámpara o cerillos para iluminarse. Así que se acomodó para ver el televisor de los vecinos aunque fuera de lejos. Apenas había tomado asiento, y su aparato se encendió también, aunque no las luces. La imagen se mostraba en blanco y negro, y un tipo de sonrisa exagerada le invitaba a acercarse haciendo ademanes. Con extrañeza, el sujeto volteaba hacia todos lados, como si hubiera alguien más en su casa a quien pudiera estar llamando. Luego de comprobar que estaba solo, se acercó. El hombre de la televisión no hablaba, solo gesticulaba y hacia señas. Al mismo tiempo le enseñaba imágenes a todo color de brutales asesinatos. Las ilustraciones eran grotescas, pero en un sentido morboso, el televidente permanecía esperando la siguiente, porque seguro sería peor. Después de unos minutos, se dio cuenta que las víctimas de la escena eran sus vecinos, esos del enorme televisor, y luego escuchó gritos, desde la ventana veía que alguien los atacaba, así que buscó el celular para llamar a la policía, pero no pudo encontrarlo entre tanta oscuridad. Corrió entonces en su auxilio, pero al llegar, estaban muertos. Temiendo que alguien lo acusara de lo sucedido volvió a casa. El televisor pasaba el mismo programa extraño, solo que el sujeto de la sonrisa macabra ya no estaba, solo había un hueco oscuro marcando su silueta. Pero la fotografía del asesinato, esa era la más horrenda…porque en ella estaba Ramón.